"Historias del Alma"

Historias del Alma es un nuevo espacio creado con el objetivo de acercar "experiencias" del alma de muchas personas quienes, al "recordarlas", han podido evolucionar en su vida actual. Mes a mes, una nueva historia, abrirá debates y comentarios. Esa es la idea. Si se "moviliza" tu interior, o te cuestionas, si realmente existe la reencarnación, o piensas: cada historia, es puro cuento... Cualquiera sea el caso, si sólo por un instante, te detienes a leer... mi misión estará cumplida.

miércoles, 18 de abril de 2007

"¿Me quedo... o me voy?"

Historia N° 2
“¿Me quedo o me voy?”

Mi vida era maravillosa. Nací en una familia soñada. Era la hija única , de unos padres adorables que me proveyeron de un amor inmenso y, una educación sensiblemente culta: piano, idiomas, historia universal, filosofía, religión, cocina, bordados…
Cada domingo, asistía a misa, no sólo para agradecer a Dios su inmensa generosidad para conmigo, sino para colaborar con los más necesitados. Llevaba ropa, dictaba clases para los más pequeños y, allí conocí, a la edad de 18 años, al hombre que sería mi marido.
En fin, podría decirse: una vida perfecta…
Hasta que ocurrió lo inesperado. Un accidente. El caos. La tragedia. El dolor.
Un viaje… ¿sin retorno? Llegó el día en que mis padres, generosos como siempre, decidieron regalarnos un auto. Era nuestro primer aniversario de casados y, recién aprecían los primeros autos en el mundo. La propuesta fue: hagamos un viaje los 4, estrenemos juntos el auto y, luego será de ustedes.
Conducía mi padre. Mi marido y yo, íbamos en la parte trasera. Las rutas, no eran tales y, después de algunas horas de viaje, cansancio e inexperiencia, sobrevino la fatalidad… no sé cómo, ni cuándo, ni por qué… pero súbitamente, nos sorprendió la noche y... la muerte…
El auto cayó por un barranco… mis padres y mi marido… estaban muertos. ¿Y yo?, ¿estoy muerta o estoy viva?… mi cuerpo pende de algo, no sé si son unos hierros o la rama de un árbol…pero yo lo veo desde afuera, todo. Mi alma contempla el escenario.
No sé cuántas horas pasaron hasta que llegó un equipo de rescate. Los escucho decir: todos murieron, ¡qué tragedia!, ¿qué habrá ocurrido?… un silencio… esperen, aquí hay alguien con vida aún, sí, tiene latidos…
Entonces, comencé a preguntarme y a darme cuenta de lo que había sucedido. Tenía todo y, de repente, ya no tenía nada. Mi alma era un alma en pena. Lo que más amaba, ya no estaba…
¿Qué hago? ¿me quedo o me voy? El dolor era insoportable. ¿Por qué me había pasado esto a mí? ¿qué iba a ser de mí sin ellos? Dios… ¿dónde está Dios? Sí, por primera vez en mi vida, lo maldije… ¿por qué semejante injusticia? Llorando mi dolor, llegamos al sanatorio, o algo así. Los médicos decían: sólo un milagro podrá salvar a esta jovencita. Ja! Qué milagro!, decía yo, si Dios no existe…
Y “trabajaban” por salvar a mi cuerpo, mientras mi alma se debatía… si le sacamos este fierro, puede morir, si se lo dejamos, también… si sobrevive, quedará cuadripléjica…
oh! Hay algo más…está embarazada…pero el feto está muerto…bueno, si se salva, jamás se habrá enterado…
¿Algo más? Si supieran que los puedo ver, escuchar a cada uno de ellos… ¿algo más? ¿no fue suficiente? ¿también esto? ¿era necesario?…
Así comenzó un nuevo peregrinaje… la búsqueda por entender, por comprender… ¿cuál es el sentido de todo esto?
Día a día, sostenida por máquinas y drogas, mi cuerpo sobrevivía… de alguna manera, yo estaba en un estado de coma por elección.
Solo unas manos amorosas y una voz dulce, que provenían de la enfermera que me cuidaba, eran mi “conexión” con el cuerpo y, la sensación de que no me bastaba su amor para justificar mi “regreso” al cuerpo y a la vida.
Así fue que, tironeada entre la luz y las sombras, comencé a preguntarle a otras almas qué hacer… el señor de la izquierda, me decía: a mí me faltan un par de horas, yo ya hice lo que tenía que hacer, así que me voy tranquilo.
El otro señor de más allá… también… y otro, y otro… todos parecían tener muy claro el panorama… menos yo…
Salía de mi cuerpo y, después, regresaba, y así pasaban las horas y los días… Hasta que, un día, cuando regresaba a mi cuerpo, luego de una ronda… ví que otra alma había ocupado mi lugar, es decir, mi cuerpo…
¿qué haces ahí? ¡ese cuerpo es mío!
Ja! Si te fuiste…vos no sabés qué hacer, pero yo sí, el cuerpo que tenía ya no me sirve más, estaba viejo y gastado…pero el tuyo es joven y hermoso… así que, aquí estoy y aquí me quedo…no me importa que esté cuadripléjico, igual me sirve…
Estás equivocado…ese cuerpo es mío!
Pues bien, querida, entonces, tendrás que elegir y decidir, si te quedas, tienes que tomarlo tal cual está y hacerte cargo, si no, llama a la luz para que venga por ti…
Sí, recién ahí me dí cuenta, del poder de las elecciones, en tanto una desición que tomes en la vida (como en la muerte) cambiará el curso de los acontecimientos… y elegí y decidí… ok, andate, porque me quedo… aún no encuentro el sentido de seguir viviendo en esta vida, pero si dejo ese cuerpo a un extraño, me quedaré con la duda y, lo que es peor, no habré hecho lo que he venido a hacer…
Así fue mi “despertar” a una nueva vida, los primeros ojos que ví fueron los de esa dulce enfermera que junto a mi lecho oraba a Dios que me trajera de regreso…¡bienvenida!… fueron sus palabras. Y todos en ese hospital, a partir de ese instante, comenzaron a hablar de un milagro… Un milagro que se extendió aún más allá de ese “despertar”, porque finalmente este cuerpo, aunque postrado, seguramente tenía que cumplir alguna función.
El para qué, el sentido… se iría develando por sí mismo… Entonces, también decidí que, todas mis “riquezas” serían donadas a ese lugar. Ahora, ese hospital, era mi “hogar” y, si mi vida física estaba destinada a los límites de ese espacio, pues, sería el mejor centro de recuperación de lisiados del mundo.
Dejó de preocuparme cuánto viviría ni cómo viviría. En poco tiempo supe, me dí cuenta, lo efímero de tantas cosas a las que les asignamos un valor tal, que luego nos confunde… hasta dónde nuestro apego a lo material (incluído el cuerpo) nos aleja del espíritu y la misión que, como encarnados, venimos a cumplir en esta tierra.
Por supuesto que, nadie pudo cambiar mi condición de cuadripléjica, pero yo pude elegir qué actitud tomar frente a lo que me ocurría…y eso, marcó la diferencia. Entonces, acostada en la mejor habitación, con la mejor vista y los mejores cuidados, mis siguientes años de vida transcurrieron felices. Con un pequeño detalle: desde luego, ya no era la misma… era mejor. Nada pasa por casualidad. Todo tiene un por qué o un para qué. Y darme cuenta, de todo esto, me elevó aún más por encima de los límites impuestos en ese cuerpo físico.
La enfermera, dulce y consecuente, me animó una vez más: tienes que contarle al mundo lo que has hecho…otras almas han sufrido o sufren como vos…tal vez esa sea tu misión…comparte con otros tus experiencias y, seguramente, en algún instante, otra alma se habrá salvado… y entonces, sólo entonces, cuando baste con sólo un alma rescatada por la tuya… tu misión se habrá cumplido y, tal vez, sólo así te podrás ir en paz a la luz…
Y así fue, así lo hice. Durante muchos años escribí lo que más tarde fuera un best.seller… Y sí, cuando sentí que mi misión estaba cumplida…la luz apareció sin que la llame… y mis seres queridos también vinieron a buscarme…y me pude ir en paz…